
Ilustración de André da Loba
MIEDO
Comparece el presidente del país más poderoso del mundo, ante los medios, rodeado de los principales líderes religiosos, y juntos rezan, para que Dios proteja a la ciudadanía del coronavirus, que se extiende por todos los países; unidos, con sus manos entrelazadas, en actitud profundamente fervorosa, rezan y dirigen sus plegarias contra la mortífera miasma; y ante las cámaras, el presidente declara solemnemente, con su chulesco estilo habitual, que construirá un muro que evitará que el microbio entre en el país.
En Braña Vieja de Arriba, Mosén Antonio, y tras él las gentes juntas, miedosas, sacan en procesión al Santo; el mismo que desde siempre les ha funcionado en las rogativas para la sequía y otros menesteres; en esta ocasión para pedirle sumisos que esa gripe nueva tan mala, que ha llegado al pueblo de al lado, no entre en el suyo.
La Herminia acude solícita y preocupada a la curandera, que tan bien le fue para curarla del mal de ojo, que le había echado una vecina envidiosa. Ahora espera que le funcione también, para que ese bicho, tan peligroso, no acabe con su cuerpo envejecido por mil quebrantos.
El presidente ha tomado la decisión, tras recabar la opinión de todos sus asesores militares y civiles, científicos y religiosos; los mismos que le asesoran en lo del cambio climático, en si debe lanzar un misil aquí o allá, y en todas las cuestiones importantes para el país; y todos le han confirmado que no hay nada que hacer, que no hay remedio, que es mucho peor que el Ébola y que la Gripe Española, y que, sin remedio, uno de cada dos se ira para el otro lado.
El cura ha tomado la decisión tras consultarlo con las beatas y las fuerzas vivas del pueblo, confiando plenamente en el poder del Santo.
La Herminia que ya está de vueltas de todo, ha tomado la decisión porque cree en la curandera, y porque solo le cobra la voluntad.
Y todos ellos, los fuertes y los débiles, los poderosos y los humildes, los religiosos y los escépticos, cuando se ven apurados, cuando se ven entre la espada y la pared, recurren a lo que ha recurrido el ser humano desde el principio de los tiempos: a un poder sobrenatural que todo lo puede.
Y es que el razonamiento es muy sencillo: si la fe es capaz de mover montañas… ¿por qué no va a ser capaz de curar un pequeño virus?
TELETRABAJO
Ya ha pasado un año desde aquello. Aún recuerdo aquella atmósfera limpia, el silencio, solo roto por los aplausos de las 8 de la tarde, los muchos libros que leí aquella temporada, y sobre todo la espléndida primavera que vino después. Todo positivo, o al menos así lo recuerdo. Y lo más importante, me libré, no salí de casa ni aparecí por el trabajo en dos meses. No voy a contaros como lo conseguí, pero lo conseguí. ¡Que coño me importa a mi lo que le pase a esos inútiles que no saben hacer teletrabajo, y tuvieron que arriesgarse! ¡Que invento lo del teletrabajo! ¡No trabajé casi nada, pero parece que trabajé la de Dios!
Hipócritas, todos alabando la labor de los héroes. Yo se lo que pensaban en el fondo. ¡Sí, sí, lo mismo que yo! ¡Mientras no me toque a mí!
Y no me tocó. No, no fui uno de los 30.000 que se fueron al hoyo, y encima después me ascendieron. Como hice tan bien el teletrabajo y …el coronavirus se llevó por delante a mi superior, que era más empresa, que la empresa, y se empeñó en ir todos los días a trabajar…Pero bueno tenía 64 años y él se lo buscó.
Ahora si que lo estoy pasando mal, otra vez atascos, contaminación, mas trabajo, más responsabilidad y me han bajado el sueldo. Que os voy a contar que no sepáis todos a estas alturas, estamos peor que hace 100 años. Al principio todos hablaban de solidaridad de un mundo nuevo, donde todos seríamos tan buenos que repartiríamos cargas y riqueza de forma equitativa; incluso los empresarios, mientras les duró el miedo, hablaban de que el mercado y los beneficios, debían subordinarse al bien común. Soros, Bill Gates encabezando aquello; pero ¡hay! Cuando se les paso el miedo, quisieron recuperar el tiempo perdido a toda prisa. Y aquí me tienes trabajando 12 horas.
Se jodió el teletrabajo, y además… mis compañeros me odian.
( 1 de abril de 2020)